A los humanos nos cuesta entender bien qué es viejo y qué es jóven
con relación a los árboles, y cuál es la velocidad de crecimiento en
la naturaleza dependiendo de la cantidad de luz y nutrientes
disponibles. Por ejemplo, en un bosque puede haber árboles
centenarios que solo llegan a tener la altura de un hombre y el
grosor del palo de una escoba, debido a su lento crecimiento
condicionado por la falta de luz debido a la sombra de los árboles
más altos (y más "viejos") sobre los más "jóvenes" (a pesar de ser
ya centenarios). En términos humanos, un haya de 100 años
equivaldría a una persona de 20 años, o un cedro del himalaya de 200
años equivaldría a un niño de 10 años.
Esto parecería que no tiene sentido porque seguro que muchas
personas piensan que en el bosque los árboles jóves deberían crecer
muy rápido, pero su propio "árbol madre" (el que engendró las
semillas que le dio la vida) lo protege con su sombra (y el resto de
árboles más viejos) y esto hace que casi no le deje luz solar (menos
del 5% de la que llega a las copas de los más altos, o incluso
menos), y eso sólo es energía para vivir sin morir pero sin poder
crecer ni engordar.
Pero esta forma de crecer no es mala, es buena, ya que así la madera
contiene poco aire, es más compacta y tiene unas células muy
pequeñas que la hacen más resistente y más flexible, incluso frente
al ataque de los hongos (de hecho, los hongos en el bosque no suelen
atacar a los árboles jóvenes). Podríamos decir, que los "árboles
madre" guían el crecimiento de sus "árboles hijo" durante los
primeros años de vida (100 años!!) y así puedan llegar a ser
"adultos" con una larga vida de varios siglos o incluso milenaria.
Lo normal en muchos bosques salvajes es que los árboles "jóvenes"
esperen varios siglos a ocupar el sitio de los más viejos (muerte
por edad, enfermedad, etc.), pero mientras tanto crecen
adecuadamente y además son alimentados con azúcares y otras
sustancias a través de las raíces de los "árboles madre" (en el
bosque todas las raíces están conectadas entre todos los árboles a
través de las micorrizas, y se intercambian todo tipo de sustancias
elaboradas en las hojas). Y en cuanto aparezca un hueco porque un
árbol viejo muere, la intensidad de la luz será total y todos los
árboles jóvenes iniciarán la carrera por ocupar ese hueco,
realizando la fotosínesis al tope de su capacidad. En unos pocos
años habrán crecido más que hasta ahora en toda su vida. La
selección natural actuará, y todos los jóvenes que estuvieran
demasiado torcidos serán sobrepasados por los más rectos y en pocos
años volverán a quedar en sombra de nuevo, pero con una diferencia y
es que los nuevos árboles proyectarán una sombra más oscura que
debajo del "arbol madre", lo que significará su muerte. La carrera
por ocupar un nuevo hueco sólo tiene un vencedor.
Foto: Creative Travel Projects / shutterstock.com
No obstante el árbol jóven vencedor que ocupa el hueco dejado por el
árbol viejo tiene que sortear nuevos obstáculos. La intendidad de la
luz acelera la fotosíntesis, lo que acelera su crecimiento porque
las yemas reciben mucha más azúcar, etc., y todas las yemas latentes
duras y amargas en espera se convierten de dulces y blandas, listas
para ser comidas por herbívoros, pájaros y otros insectos. Otros
serán colonizados por plantas trepadoras que también intentan
aprovechar el hueco de luz (hiedra, madreselva, etc.), y creciendo
con el árbol podrían terminar por estrangularlo y matarlo. En otras
ocasiones, serán los árboles vecinos del árbol caído que tratan de
aprovechar el hueco de luz con el crecimiento de sus ramas.
Una vez superados los obstáculos: árboles jóves competidores,
herbívoros, insectos, plantas trepadoras, crecimiento de ramas de
árboles vecinos, etc. (este proceso puede durar varias décadas), el
hueco es definitivamente ocupado por un árbol y todo vuelve al
comienzo de la historia: los nuevos árboles jóvenes esperan (quizá
varios siglos) en la oscuridad protegidos por por el nuevo "árbol
madre".
Si paseas por un bosque salvaje (no por una reforestación humana),
podrás ver cómo los árboles más jóvenes están en "espera", con ramas
laterales más largas que el propio tronco (intento de captar la luz
que llega desde todos lados porque desde su cénit es insuficiente),
con hojas finas y un poco más grandes, adaptadas a la sombra, con
una copa más plana que puntiaguda. Diríamos que tienen aspecto de
bonsai.
CONSEJO PARA TU BONSAI: imitar lo que sucede en la
naturaleza hace a nuestros bonsais más duros y resistentes. No
tengas prisas por generar crecimientos desorbitados y muy acelerados
ya que serán más propensos a los ataques de hongos o que sus hojas
más dulces sean comidas por algún animal o insecto. Dejad que
vuestros árboles crezcan a su ritmo normal de cada especie. Cultivar
en el exterior y un abono orgánico sólido que se disuelve con el
riego es el ritmo más adecuado de crecimiento de vuestro bonsai para
protegerlo de esos peligros que luego nos llevan a la necesidad de
usar productos fitosanitarios. Recordad, un buen cultivo es el mejor
tratamiento fitosanitario.
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