La corteza de los árboles es el quivalente a nuestra piel, y cumple
funciones similares: proteger el interior del árbol del exterior.
Sin corteza los árboles perderían su fluídos y se secarían, pero
sobre todo, serían atacados por los hongos (les encanta la madera
seca y los tejidos cargados de azúcares.etc.). A los insectos les
sucede lo mismo, necesitan una madera con poca humedad para
conseguir atacarla. En cambio, una madera sana y húmeda protegida
por una corteza impide los ataques de hongos, insectos, etc. Por
tanto, una herida en el árbol (poda, esqueje, acodo, jin, shari,
etc.) y un riego deficiente ponen a un árbol a merced de ataques
externos, como una herida en nuestra piel. Por eso es importante
proteger con fungicida (pasta selladora) las heridas, no tener
descuidos con el riego y hacerlo correctamente, y dejar las tareas
más agresivas para las épocas de inactividad (otoño después de la
caída de las hojas - inivierno - primavera antes de la brotación).
Como los árboles crecen (y engordan) anualmente, su corteza tiene
que renovarse anualmente (o desagarrarse) y cada especie se descama
(como nuestra piel) de una forma diferente. Los hay que lo hacen
continuamente y otras que lo hacen muy lentamente. Este sistema
sirve para diferencias unas especies de otras (por el tipo de
corteza) e incluso para saber la edad de los árboles, ya que a más
edad más señales de desgarro (pliegues, como las arrugas de nuestra
piel). Un árbol jóven tiene una corteza (piel) prácticamente lisa,
pero con el paso del tiempo aparecen los primeros pliegues en la
corteza (desde la base del tronco y hacia arriba). La velocidad con
la que se producen depende de las especies (por ejemplo, un haya
tarda 200 años en comenzar a tener corteza con arrugas y pliegues).
olmo corticosa / foto: Roberto Ivan Cano,
del libro: Bonsai, arte y naturaleza, de editorial Oberon Libros
Por otra parte, hay árboles que les cuesta deshacerse de su piel
(corteza), por ejemplo, los pinos, aunque de alguna forma esto
supone un plus de protección al aumentar su grosor. Las zonas de la
corteza más soleadas (más expuestas a los rayos UVA) producen madera
más dura (menos flexible), lo que produce más predisposición a
desagarros, es decir, a envejecer (como nuestra piel expuesta en
exceso al sol).
Como curiosidad, las viejas cortezas del bosque son propensas a ser
conolizadas por musgo, colonizadas muchas veces en el bosque por
algas azules, captando nitrógeno que permiten al árbol aprovecharlo
cuando llueve y queda en el suelo al alcance de las raíces.
CONSEJO PARA TU BONSAI: estas arrugas imprimen el
carácter al tronco (al árbol) y nos indican la edad (o sensación) en
nuestros bonsais. Exponerlos con la cantidad de sol necesaria (para
cada especie), no solo reduce el tamaño de la hoja, aumenta la
ramificación fina y reduce el entrenudo, sino que nos ayuda a
envejecer la corteza de nuestro bonsai.
Para finalizar, ¿sabeís que un árbol contiene proporciones de agua
similares a las de un ser humano?
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