Cuando un semilla cae al suelo, y germina, comienza toda una
aventura en solitario, que está ligada para toda la vida al lugar en
el que ha caído, es decir, tendrá que asumir y aceptar las
condiciones de ese lugar, tratando de sortear toda clase de
dificultades. En la mayoría de los casos, son muy pocas las semillas
afortunadas que caen en el lugar adecuado (poca luz, demasiada luz,
poca agua, demasiada agua, pocos nutrientes, etc.). A veces la
suerte es solo temporal, por ejemplo, caen en un pequeño hueco de
madera podrida que facilita la primera humedad y nutrientes, pero
luego llega la sequía estival, y tan alegría se acabó.
Tan solo aquellas semillas que lleguen al lugar adecuado: tierra
suelta, aireada, rica en nutrientes, que sea poco frío y poco
caluroso a la vez, protegidas de las tormentas, con la humedad
suficiente durante todo el año (incluído el verano), con pocos
insectos y hongos en la zona, etc., conseguirán germinar, prosperar
y tener una oportunidad. No obstante, cada especie (cada semilla) ha
sabido adaptarse a las variaciones de estas condiciones del lugar
ideal, colonizando hábitats muy diferentes. Es la evolción de las
especies.
Así, hay árboles (semillas), como muchas coníferas, que son capaces
de vivir en lugares con veranos cortos e inviernos muy fríos,
desarrollando sustancias que protegen sus hojas y tronco de las
heladas, permitiéndoles mantener sus hojas en invierno (en un verano
corto no habría tiempo suficiente de crecer lo necesario para
alcanzar altura) y así comenzar la fotosíntesis desde el primer día
en el que la temperatura sube un poco, aprovechando al máximo las
pocas semanas de buen tiempo. Pero conservar las hojas también tiene
inconvenientes, ya que la nieve, la lluvia, el viento, etc.
ejercerán un enorme peso y presión sobre las ramas. Pero de nuevo,
los árboles evolucionan y se adaptan, creando nuevos árboles con
troncos rectos y ramas flexibles, que aguanten el peso de la nieve y
la lluvia mejor, manteniendo su equilibro mediante el cambio de
posición de las ramas, de más horizontal (verano) a inclinadas hacia
abajo (inverno), lo que los hace aún más estrechos frente al viento.
fruto de un tejo / foto: José Manuel Blázquez - Bonsaikido
Otros árboles, en cambio luchan por invadir el terreno de otras
especies y son capces de vivir a su sombra, con poca luz, esperando
su oportunidad. Quizá uno de los ejemplos de nuestro entorno sea el
tejo. Este árbol es capaz de vivir su "juventud" bajo las hayas,
aprovechando las migajas de luz que llegan al suelo después de
atravesar las hojas de los árboles más altos. Pueden esperar varios
siglos bajo éstas esperando, y mientras desarrollando uno de los más
poderosos sistemas radicales para cuando llegue su momento,
defendiéndose mientras tanto de los herbívoros con hojas tóxicas y
siendo capaz de rebortar una y otra vez, incluso de madera muy
vieja. Y así superar a sus adversarios, a vivir más que los árboles
que había sobre ellos, llegando a ser milenarios.
En cambio, dónde muchas semillas (y árboles) no prosperarían por la
pobreza de aire del suelo y la cantidad de agua estancada, hay
árboles que se aprovechan de este hueco que dejan otros y
evolucionan para vivir en suelos con mucho fango y exceso de agua o
inundados, desarrollando raíces con conductos internos que llevan el
aire desde la superficie hasta el último rincón.
CONSEJO PARA TU BONSAI: un árbol en la naturaleza
vive toda su vida en el mismo sitio, no muevas tu bonsai de sitio de
manera constante, déjalo vivir todo el año en el mismo lugar. Haz
que tu árbol sienta y viva en las mismas condiciones que su hábitat
natural, si quieres que viva sano y fuerte, sin enfermedades ni
plagas.
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